Productividad en América Latina: cómo la inestabilidad frena el crecimiento
Durante las últimas cuatro décadas, América Latina ha convivido con un diagnóstico que se repite: la región crece poco, de manera desigual y con grandes dificultades para acercarse al nivel de los países desarrollados. Dos investigaciones recientes del economista de la UNICEN Mario Seffino, junto con Germán González, ponen cifras y evidencia empírica a un fenómeno que atraviesa a casi todo el continente: la persistente brecha de productividad frente a América del Norte y el impacto que tiene la inestabilidad política en ese desempeño.
En el primero de los estudios, publicado en International Economics and Economic Policy, los autores analizan el comportamiento de la productividad total de los factores, una medida que refleja cuán eficientemente una economía utiliza su capital y su trabajo, en 16 países latinoamericanos entre 1980 y 2019. El resultado es claro: no hay convergencia. Lejos de acercarse a las economías desarrolladas, muchas naciones de la región se han ido distanciando.
Mario Seffino es investigador del Centro de Estudios en Administración (CEA, FCE-UNICEN) y del Grupo de Economía Internacional y Desarrollo (GEID-IIESS, UNS-CONICET), además está finalizando su doctorado en Economía en la Universidad Nacional del Sur (UNS). Los trabajos mencionados forman parte de su tesis doctoral, dirigida por Germán González, investigador del GEID-IIESS (UNS-CONICET) y profesor del Departamento de Economía de la UNS.
El trabajo realizado atribuye buena parte de esa divergencia a la volatilidad de las políticas públicas. En palabras sencillas, cuando los gobiernos cambian de rumbo con frecuencia, los inversionistas dudan, se posterga la innovación y se frena el crecimiento. En cambio, los países con instituciones sólidas, reglas previsibles y políticas estables logran sostener mejoras en productividad y desarrollo.
La investigación muestra además que la volatilidad no es igual en toda la región. Argentina, Nicaragua y Venezuela encabezan el ranking de inestabilidad, mientras que Colombia, Guatemala y Panamá exhiben una mayor previsibilidad. Esa diferencia institucional, sostienen los autores, explica en parte “el por qué algunos países logran avances graduales y otros permanecen atrapados en ciclos de auge y crisis. Incluso los grandes acuerdos de integración regional, como el MERCOSUR o la Comunidad Andina, no han logrado revertir esa tendencia”, explica Seffino. En algunos casos, los bloques muestran trayectorias internas dispares que reflejan, más que una coordinación efectiva, una yuxtaposición de políticas nacionales poco articuladas.
El segundo estudio, publicado en la Review of Development Economics, amplía la mirada al comparar el desempeño, -en términos de eficiencia en productividad-, de la región con Estados Unidos y Canadá. Los autores miden la eficiencia productiva de cada país y su evolución a lo largo de cuarenta años. “Los resultados confirman la brecha: la productividad latinoamericana cayó en promedio un 25 % con respecto a los países del norte del continente”, explica el economista..
El período más crítico fue la “década perdida” de los 80, marcada por crisis de deuda e hiperinflación. Hubo cierta recuperación en los 90 y 2000, pero insuficiente para cerrar la distancia. Solo Chile, México y Brasil lograron avances sostenidos gracias a mejoras tecnológicas y mayor eficiencia. En contraste, países como Venezuela, Honduras o Paraguay sufrieron un fuerte retroceso, acentuando la heterogeneidad regional.
Pese al panorama general, hay señales alentadoras. “Entre 2010 y 2019, varios países mostraron una leve mejora en el componente tecnológico de la productividad, lo que indica que la adopción de nuevas tecnologías comienza a tener efecto. Sin embargo, el ritmo es lento y desparejo”, sostiene.
En conjunto, ambos trabajos trazan una conclusión común: sin instituciones estables y políticas coherentes, la región difícilmente podrá acortar la distancia con las economías avanzadas. Las estrategias de desarrollo deberían centrarse en reducir las ineficiencias, fortalecer el estado de derecho y generar un entorno previsible que permita invertir e innovar a largo plazo. La “edad de la productividad” que los organismos internacionales promueven desde hace años aún no llega a América Latina. Pero los avances recientes muestran que, con reglas claras y estabilidad política, ese horizonte podría estar más cerca.
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