El espiral de silencio: Cuando todos saben y nadie habla

espiral de silencio

*Por Nicolás Arizcuren

El espiral de silencio: Cuando todos saben y nadie habla

La postverdad y la hegemonía del discurso

“Espiral de silencio” fue como bautizada esta teoría de la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en la década de 1970, para referirse al mecanismo mediante el cual las personas son reacias a expresar opiniones que perciben como minoritarias o impopulares, por miedo al aislamiento y la condena social.

El ciclo se inicia cuando una opinión se hace predominante, lo que desalienta a quienes sostienen opiniones contrarias a expresar sus puntos de vista, creando así un “espiral” que refuerza aún más la percepción de que esa opinión es la correcta.

Es aquí donde aplica el poder del discurso hegemónico que somete dialécticamente a cualquier expresión que vaya en contra. Esto desalienta el surgimiento de otras opiniones porque el costo que se paga por hacerlo es altísimo socialmente y el beneficio es casi nulo.

De esta manera, se construye una narrativa o discurso totalitario donde el relato suplanta incluso los hechos, creando así la mitología política o más comúnmente llamada hoy postverdad.

Banco de odio

Por ley de mercado, cuando algo está prohibido, escasea y por lo consiguiente sube el precio. Esto sucede con “la verdad”, o mejor dicho, con todas estas opiniones que quedan “auto censuradas”. A medida que el discurso hegemónico avanza y va construyendo un muro narrativo que lo aísla y protege de la realidad, paralelamente y en silencio se va tejiendo una red subterránea de tabués y verdades incomodas o prohibidas que, para el relato hegemónico del poder, se manifiestan como “discurso de odio”.

Sin embargo, para esa gran minoría silenciada, esa verdad se convierte no solo en un acto de rebeldía y justicia sino en un martillo con el cual destruir el relato hegemónico construido por el poder. Las redes sociales hoy permiten no solo verbalizar estas expresiones sino también localizarlas y medirlas.

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La política se trata en definitiva de un mecanismo de representación. Un conjunto de personas que se sienten identificadas y representadas por determinado candidato. Esa verdad reprimida y silenciada se sublima en el odio hacia el opresor. Emoción que no es menos legitima que aquel que vota por esperanza a un utópico futuro mejor o al otro que lo hace por la nostalgia de un pasado de bonanza. Mas temprano que tarde alguien aparecerá a ponerle voz a estas verdades silenciadas.

Desde las sombras

Este relato dominante no solo se construye a través de la influencia de los medios tradicionales de comunicación que por su modelo masivo de negocio no encuentran rentabilidad en estas verdades de nicho, sino que empiezan a jugar, lo que Foucault definía como “la microfísica del poder”, que son ni más ni menos que esos organismos o instituciones que, detrás de alguna fachada generalmente noble, moldean la opinión pública.

Asociaciones empresariales, fundaciones, ONGs (ambientales, indigenistas, derechos humanos, libertad de prensa) y universidades, entre otras, juegan el juego del poder, moldeando la opinión pública a través de informes, encuestas, papers e investigaciones, por lo que también son responsables por acción u omisión de este relato dominante.

Como no suelen identificarse directamente con un partido político, no estan expuestas a críticas. Sin embargo, cuando se acerca el microscopio foucaultiano, se le pueden ver fácilmente los hilos que mueven cada una de sus acciones.

Rompiendo el Espiral de Silencio

La intolerancia a las críticas, el quiebre sistemático de normas, la deficiencia de acceso a la información, la falta de rendición de cuentas, la poca transparencia, el atropello institucional y la pérdida de valores éticos en la gestión pública, a la vez que van alimentando el monstruo del abuso de poder, tiene que ir generando un relato que lo justifique ante la opinión pública y paralelamente disciplinando a los que atentan contra ese relato.

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Algunos dirigentes suelen confundir apoyo en las urnas con simpatía o incondicionalidad. En derecho se lo conoce como voto concurrente cuando un magistrado no está de acuerdo con el argumento de sus pares, pero aun así acompaña la decisión final. A veces no queda otra; se vota por el mal menor, por el “roban pero hacen”.

Esto genera un malestar en el votante que el dirigente no percibe, ya que solo cuenta los votos; sin embargo, hace crecer más y más el espiral de silencio que finalmente se termina por romper cuando, al igual que en el cuento de Andersen, alguien de entre la multitud grita:

¡El rey está desnudo!

Y todo su poder se derrumba en unos segundos y cae sepultado bajo los escombros de eso que quiso ser y nunca fue.

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