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Ciberactivismo sin conTROLL

La noche del lunes pasado, en la gala de los Martin Fierro Digital, se consolidó finalmente el reconocimiento oficial del establishment mediático a un segmento de nicho que viene marcando el pulso político en las redes sociales desde hace ya varios años y encontró en la figura de Milei un catalizador del ciberactivismo que caracteriza estos tiempos. La estatuilla se la llevó Daniel Parisini, más conocido como “El gordo Dan”; sin embargo, fue un premio que levantó virtualmente una gran parte de ese movimiento político digital.

Seguramente habrá escuchado nombrar en los últimos tiempos el término “troll”, que tiene su origen en la mitología nórdica, donde se refería a seres míticos, a menudo representados como criaturas maliciosas o monstruosas que habitaban en montañas o dentro de las tierras. Esa es la expresión con la que se intenta denostar y bajarle el precio a un movimiento que sin culpa se autodenomina de derecha y encontró en las redes, particularmente en X (Twitter), el ecosistema ideal, por la baja intensidad de censura que sí opera en otras redes sociales, para poder expresarse sin hipocresía y con una ironía y sarcasmo que se convierte en un sello de época. 

Se trata en definitiva de un grupo inorgánico de cibermilitantes, entre los que se destacan el galardonado Gordo Dan, Traductor Te Ama, Milton Friedom, ASB, Pregonero, la recientemente creada OGT (Oficina de Gordos de Twitter) y el actual funcionario Juan Doe (Juan Pablo Carreira), entre muchos otros, quienes funcionan como una verdadera guardia pletoriana de Javier Milei y ponen permanentemente en jaque cualquier intento de instalar una narrativa disidente de parte de opositores o medios.

Su victoria radica primeramente en lo genuino y espontáneo. La prueba de esto es que si fuese cierto que son “trolls” pagos y “bots” (cuentas ilegitimas que solo replican mensajes) tranquilamente podrían hacer lo mismo desde la oposición, sin embargo, eso no sucede porque la realidad es que pregna en la opinión pública porque representa el hartazgo y el rechazo hacia ciertos discursos hegemónicos progresistas.

En mi nota del Territorio político analógico al territorio digital analizo justamente esta batalla cultural que antes se libraba en las calles y que actualmente se disputa también en las redes sociales y que hoy los libertarios dominan incuestionablemente. El estilo tiene claramente matices propios de Milei, provocativos, irónicos y sin ningún remordimiento por el uso del insulto y el humor negro. No con el fin de dañar sino de revestir el mensaje de una manera provocadora.

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Este fenómeno social que comenzó, como dicen ellos, como un grupo de gordos twitteando desde el baño, generó la adhesión y simpatía de miles de ciudadanos que encontraron en estos “anónimos” un bálsamo de aire fresco y verdad cruda durante la cuarentena que terminó por sepultar la credibilidad y legitimidad de gran parte de la política tradicional y los medios de comunicación.

Hoy, son los mismos medios tradicionales que se sostenían pura y exclusivamente gracias a la pauta del Estado y efectuaban operaciones a diestra y siniestra, los que los acusan de “trolls” y fabricantes de “fake news”. Son los mismos periodistas que durante años recibieron información y se prestaron a campañas sucias por parte de los servicios de inteligencia los que los acusan de ser parte de la SIDE.

El rechazo proviene principalmente, ya que, por las características inorgánicas del movimiento, es imposible controlarlo, que es en definitiva el anhelo de las expresiones totalitarias que construyeron su poder a base de látigo y billetera. Además, la accesibilidad de un smartphone, la rapidez de reacción y esa capacidad de síntesis entre lo creativo, informativo y humorístico le dan esa capacidad de viralización, algo que despierta la envidia y la impotencia incluso de consagrados periodistas que no encuentran la manera de subirse a la ola.

Y el segundo motivo es claramente que el movimiento no expresa la línea ideológica de su preferencia, ya que cuando este tipo de ciberactivismo se pronuncia a favor del feminismo, Black Lives Matter o el ecologismo, nadie cuestiona su legitimidad.

El gran problema es la falta de comprensión de este fenómeno, que en realidad sintetizan muy bien en el slogan “No la ven”, que expresa justamente el apego de ese gran arco opositor a esos antiguos mecanismos de propaganda mediática para combatir un fenómeno que viaja a velocidad viral. De la capacidad de reacción e interpretación de estos nuevos movimientos políticos digitales dependerá la supervivencia del resto de los actores políticos; por ahora los gordos de Twitter arrasan sin conTROLL.

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