* Por Nicolás Arizcuren
“¡Fachos!”
La patria es facho. Progresar económicamente es facho. Cumplir la ley es facho. Los datos son fachos. Los hechos son fachos. El orden es facho. La matemática es facho. Comer animales es facho. El mercado es facho. La propiedad es facho. Ahorrar es facho. Circular libremente es facho. Creer en dios es facho. Proteger tu familia es facho.
El lenguaje no solo describe el mundo, sino que también lo construye; somos prisioneros de las palabras que utilizamos para entender nuestra existencia, afirma Michel Foucault.
Todo lo que una gran parte de la población, independientemente de su clase social, piensa, hace y vota, desde hace 20 años, se pone permanentemente en cuestión desde una perspectiva condenatoria, asociándola con el “fascismo” y el “nazismo”, dos de las ideologías más aberrantes y que más muertos han dejado. Ya que el podio lo ocupa por lejos el socialismo en todas sus formas, pero como decía Serrat:
“Que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.”
Lograr que se asocie una idea o un individuo con un hecho tan execrable como el nazismo o el fascismo genera, por un lado, la segregación inmediata del individuo y, por otro, el disciplinamiento social y la autocensura. Y mucho más cuando este mensaje baja permanentemente desde un poder político que astutamente dominó la batalla cultural y la hegemonía del pensamiento (Gramsci) desde el 2003 hasta hace unos pocos meses.
Esto claramente no lo inventaron estos “genios” que se enteraron por Laclau que si divides a un pueblo es más fácil gobernarlo, esto tiene más años que la “Peste Negra” cuando le adjudicaban al pueblo judío la responsabilidad de la peste para justificar su persecución. Uno puede ignorar, lo que no puede es ignorar que ignora.
“Miente, miente, miente que algo quedará”
Diría Goebbels que algo del tema sabía. Facho o fascista se ha convertido en un epíteto tan cotidiano y amplio en su utilización que la forma más fácil de definirlo es justamente decir que fachos son todos o todo lo que los kirchneristas consideren que es facho, al menos hasta que cambien de opinión.
Como sucedió con Massa, por ejemplo, ya que hasta las PASO todos se encolumnaron detrás de Juan 23 (Grabois) y no de quien años atrás había prometido barrer a todos los ñoquis. Massa, al salir victorioso, de un segundo al otro se convirtió en la encarnación de Néstor.
Si vamos a la raíz del asunto, la palabra “Fascismo” tiene su origen etimológico en el latín fasces (hacha o haz de las escoltas romanas). El símbolo fascista hace referencia al hacha de metal sostenido por varas de madera (“La unión hace la fuerza”) y representa así al Estado fascista (“El Estado por encima del individuo”).
Esa es, en definitiva, la discusión de fondo que hoy se está llevando a cabo; quién nos pone la correa, si el Estado o el libre mercado. Está claro que no hay paraíso, somos grandes y ya sabemos las consecuencias a las que ambos modelos llevados al extremo nos han sometido, la cuestión es que hoy, ahora, el pueblo eligió por la libertad (del mercado).
Quien te podrá explotar y empobrecerte, al igual que hicieron estos muchachos, pero al menos no te saca la mitad del sueldo para cambiarle la letra al “Martín Fierro”. Esta locura inconcebible de medidas extravagantes y bizarras son las mismas que tomó Calígula al nombrar cónsul a su caballo y, en definitiva, las que debilitan la autoridad política y dan fin a un imperio.
“Les hermanes sean unides…”
Una gran parte del pueblo argentino no votó a Milei, no entiende de “Leliqs” ni leyó jamás la escuela austriaca; esa gente votó por la libertad, por un freno definitivo a este fascismo dantesco en el que terminó el kirchnerismo.
Análisis que ya desarrollé en la columna anterior. El fascismo es justamente poner el Estado por sobre el individuo y esto conlleva la necesidad de establecer permanentemente leyes, regulaciones, trabas que, como sabemos, son utilizadas como “kiosquitos” de la política. Si se dedicaran simplemente a robar lo que los otros producen sin molestar, podrían haber estado cien años gobernando, pero la soberbia, la ignorancia y el poder les hicieron creer su propio relato.
La ineficacia, corrupción, centralización de la toma de decisiones y una gran crisis económica hicieron caer a la poderosa Unión Soviética que venía de salir victoriosa de la Segunda Guerra Mundial. No vamos a caer nosotros que nos alineamos con el bando perdedor, justamente el fascismo de Mussolini.
“Al amigo todo, al enemigo ni justicia.”
Habría que explicarle a estos chicos que le tienen aversión al uniforme que Perón era militar y que casualmente fue él quien viajó a Italia en el año 1941, ya que tenía la intención explícita de absorber las lecciones del régimen de Benito Mussolini. Fascinado por la fusión de autoritarismo, nacionalismo y populismo, Perón buscó adaptar estos elementos a una realidad argentina que demandaba un cambio, y nadie mejor que un general para imponerlas. Y así lo hizo, el resto de la historia la conocemos.
Resulta que después de 20 años de levantar las banderas de La Cámpora, de Néstor, Cristina, Irán, Palestina, los originarios y los LGTB, ahora se acuerdan de la patria y sacan por primera vez la vieja y deshilachada bandera Argentina con la promesa de protegernos del vil mercado, los mismos que durante estos 20 años consintieron el monopolio y oligopolio de empresas estratégicas relacionadas con alimentos, minería, energía y farmacéuticas. Los que en el medio de una crisis sanitaria no permitieron la llegada de las vacunas Pfizer para darle monopolio a las rusas.
“Sólo hay que tenerle miedo a Dios y a mí, un poquito.”
Los que armaron justamente empresas fantasma para proveerle al estado. Los que firmaron la fusión Clarin-Multicanal, permitiendo que crezca aún más el multimedio más grande del país. Esos mismos que se vistieron de pobres en la campaña para ver si podían rascar algún voto más de un conurbano con niveles de indigencia equivalentes a los de África, ahora salen a la calle con actores que parece que sin el curro del estado no venden una entrada y tienen que salir disfrazados de “clase media” y agarrar la cacerola a ver si ahora pueden conmover a ese segmento castigado por las consecuencias del desastre que dejó el interventor que ellos mismos le pusieron a su presidente.
Esa es la gente que nos convenció que es normal que cuando algo no les gusta o quieren homenajear a vaya a saber quién pueden cortar la calle y uno, por gil laburante y no pertenecer a esa “casta”, tiene que callarse la boca y esperar. Y ojo con decir algo o pedir explicaciones porque nunca falta el de primer año de facultad que con 18 añitos recién cumplidos le grita “facho” a un jubilado que había aportado en las AFJP con la esperanza de poder jubilarse en dólares y gracias a la genialidad de la estatización ahora cobra la mínima al igual que el que nunca aportó.
El jubilado que, con mucho esfuerzo, se compró un departamentito y tiene que aguantar a un burócrata que vive en Puerto Madero en un depto de 350 mil dólares diciéndole que no puede cobrar más de 100 dólares mensuales de alquiler porque como la plata de las viviendas que tenían que hacer se la robaron, entonces la gente no tiene donde vivir.
“Entonces, ¿quiénes son los fachos?”
Por suerte vivimos en Tandil y, al igual que Cuba, pasan las décadas, el mundo da cinco vueltas y en la isla sigue todo igual. Los turistas maravillados y los ciudadanos la llevan como pueden. Mire lo bien que andaremos que, a diferencia del resto del país, acá no se habló de la necesidad de recortar gastos o ajustar en ningún área. Además, entre las prioridades del Concejo Deliberante, se votó de apuro la construcción de un centro de convenciones. Igual, no se preocupe por el fascismo, acá esas cosas no llegan, así que quédese tranquilo que “la isla está en orden”.
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