* Por Nicolás Arizcuren
Ganadores y perdedores de una campaña con todos los climas
Si la campaña hubiera sido una serie de Netflix, puedo decir con tranquilidad que es una de las mejores que he visto. Si bien es necesario reconocer que, en ocasiones, se volvió un poco larga, también es cierto que, para ser una producción nacional, estuvo muy bien lograda. Imaginemos que comienza con los dos villanos haciendo el pacto de no presentarse a elecciones y, a partir de ahí, se desencadena un juego de tronos sin respiro lleno de giros, batallas, debates y personajes secundarios completamente disímiles pero apasionantes.
Lentamente, estos personajes van quedando en el camino para dar paso a la gran batalla final, donde se enfrentan estos dos últimos personajes que están tan bien guionados que es imposible diferenciar al malo del bueno; depende del espectador y de su íntima concepción filosófica y política del mundo.
La serie concluyó anoche con el último episodio del balotaje, donde presenciamos una batalla cuerpo a cuerpo que resultó en la victoria de quien, a priori, era considerado el más débil. Insisto, todos los ingredientes para convertirse en una suerte de fusión entre ‘Game of Thrones’ y ‘House of Cards’, series que, por supuesto, recomiendo.
En fin, ¡ganó Milei! Aunque no me refiero al escrutinio, ese análisis seguramente ya lo vio en todos los portales nacionales y su correspondiente ‘copypaste‘ del periodismo local. Me refiero al conteo exhaustivo de los factores que verdaderamente cuentan en la política, y no son precisamente los votos; no se confunda. Las elecciones se ganan o se pierden, eso lo sabe bien un buen político, es circunstancial; esa es la foto. Sin embargo, en política se observa la película completa.
Lo que realmente importa es cómo pierde o gana un candidato y cómo queda posicionado frente al electorado una vez finalizada cada elección, independientemente del resultado.
Schiaretti, sin duda, también ganó. El debate de las PASO, el viento a favor de los ‘memes’ sobre Córdoba y su claro posicionamiento frente al balotaje lo dejan muy bien situado a nivel nacional, aumentando su nivel de conocimiento en todo el país.
La contraparte en esta elección fue, sin duda, Larreta, quien fue, por lejos, el más perjudicado. No solo perdió la interna con Bullrich, sino que también perdió su ‘alma’ política. La desaparición tras la derrota y su coqueteo como ministro de Massa, sumado a la poca aceptación por parte del electorado, lo colocan en una posición políticamente compleja, ya que los K nunca lo van a aceptar y le será muy difícil volver a ponerse la camiseta de cualquier tipo de ‘Cambio’.
De Massa no hace falta profundizar mucho más; en esta elección, no solo tiró el poco capital político que le quedaba al haber vuelto con los K, sino que también dilapidó toneladas de dinero para poner en práctica todo lo que existe en los manuales de campaña y comunicación. Desde el aplomo y la estrategia del nuevo ‘Massa’, mesurado y contemplativo que a veces se mordía por reaccionar ante alguna pregunta incómoda, estrategia impuesta por el catalán Gutierrez Rubí, hasta la tremenda campaña del miedo donde se intentaba relacionar torpemente a Milei con el nazismo (?), la venta de órganos y la eliminación de la educación.
Estos disparates son solamente posibles en la dialéctica esquizoide kirchnerista que se habla a sí misma. Recursos ya gastados, antes aplicados con Macri, llenarse la boca y señalar de facho a todo aquel que no represente su fuerza, técnica paradójicamente aplicada por Mussolini, el creador del fascismo. Y además, el ídolo de Perón. Esa estrategia del miedo fue auspiciada por un equipo de brasileños que envió Lula. Un gesto democrático el del mandatario intervenir en las elecciones de otro país, pero hay que entender que esta gente no entiende de soberanía, porque en el fondo persiguen un gobierno global.
Ganó también Macri, quien intuyó a tiempo que no le alcanzaba para ser candidato y cedió ante una interna feroz que terminó por implosionar Juntos por el Cambio, espacio que no supo capitalizar su fuerza, sus recursos y el territorio, y pierde la hegemonía de la oposición en manos de un panelista de televisión y cuatro youtubers que finalmente se quedan con el kiosco. Se deshizo de todos los radicales y del ala blanda del PRO, disciplinó a Larreta y ahora, junto a su elegida, Bullrich (que claramente también ganó), forma parte del armado político que gobernará el país en los próximos cuatro años.
En lo local también hubo ganadores y perdedores. Aunque Lunghi retuvo la intendencia y se lo intentó mostrar corriendo maratones para reforzar su imagen jovial, lo hizo con el porcentaje más bajo desde su asunción, y eso que no se escatimaron gastos en el año del Bicentenario en una ciudad donde, como señaló Miguel Iademarco en el debate, no debemos olvidar la falta de recursos esenciales (comida, agua, luz, gas, cloacas y asfalto) para una gran parte de los tandilenses.
Su indefinición a la hora de tomar postura política respecto a qué país elegir lo coloca en un lugar inteligente políticamente pero especulativo a la vista de su electorado, que claramente se pronunció no a favor de Milei, sino en contra de Massa. Decenas de fiscales de su espacio se acercaron para fiscalizar a favor de Milei, y gran parte de su electorado, con sus autos y bocinas, se unió al festejo en el bunker de Santamarina, que astutamente los recibió con los brazos abiertos.
Iparraguirre venía llevando a cabo una buena campaña, discreta, de nicho, pero pulcra desde el punto de vista de la comunicación con su pico más alto claramente en el debate. Es cierto que perdió votos en barrios clave donde el peronismo solía ganar con mayor contundencia, pero también es el costo que paga un ‘peronismo cool’ de tipo universitario, cada vez con menos arraigo en los barrios.
El tropiezo ocurrió casi al final de la campaña cuando salió a dar explicaciones por fotos y videos filtrados que mostraban la entrega de electrodomésticos y colchones en ‘Las Tunitas’, dos días antes de las elecciones. Un suceso hasta ahora desconocido en nuestra ciudad que, sin duda, generó muchas críticas y repudio en las redes.
Como si eso no fuera suficiente, se presentó en los estudios del ECO para agitar fantasmas de campaña sucia en su contra, algo completamente infantil e ilógico, dado que su campaña ya había terminado. Para rematar, se enredó con sus propias palabras y no asumió la realidad, que es el repudio que provoca en una sociedad como la tandilense la ‘conurbanización‘ de la política.
Y, por supuesto, lo hicieron desde cuentas falsas, no porque fueran operadores políticos al mando de Cerimedo, sino porque tienen miedo a las represalias, otras de las cosas gravísimas que venimos normalizando en democracia al igual que el hecho de que haya que tener todo un ejército de fiscales entrenados para evitar que se roben, rompan o cambien las boletas.
Si hubo festejos, fue en el bunker de Santamarina, quien capitalizó inteligentemente el triunfo de Milei y abrió las puertas a líderes y militantes de otras fuerzas que, como decía Borges en ‘Los Conjurados’, supieron dejar de lado sus diferencias y acentuar sus afinidades. Lo que comenzó como un festejo íntimo de un partido austero que se autofinancia y funciona gracias al aporte voluntario de sus simpatizantes, se transformó en una fiesta vecinal con bocinas, cantos, música y la entonación del himno nacional argentino.
Ni siquiera los insultos y descalificativos de los militantes del peronismo, que mientras desarmaban la fiesta que no fue, lanzaban contra adolescentes del sector de Milei, pudieron empañar esa noche donde miles de jóvenes volvieron a creer. Pese a quien le pese, el voto joven se les dio vuelta.
Hay muy poco que festejar; ahora habrá que remangarse y trabajar para cubrir el desfalco que deja el peor ministro de economía de la historia y la anomia que heredamos del peor presidente de la historia. Y, por supuesto, empezar a trabajar para la campaña que viene, que faltan dos años y está a la vuelta de la esquina.
- Nicolás Arizcuren es: guionista y escritor. Asesor creativo y creador de contenidos para empresas y diplomado en Comunicación Política ACEP-KAS, con enfoque en campañas electorales.
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